jueves, 27 de noviembre de 2008

Spencer Tunick en Mexico

Una ciudad: México
Un lugar: El Zócalo.


Eran 3:30 a.m, cuando llegamos al centro de la ciudad de México. Otto, José Luis, Fabián y yo.
Dejamos el auto cerca del Palacio de la Bellas Artes y caminamos por Madero. Estaba solo. Hacía frío. Un par de policías caminaban sobre avenida Juárez. Asi, enfundados en jeans, sueter y playera, nos internamos en las calles del centro. De pronto, un murmullo constante que se hacía más y más fuerte invadió el ambiente. Autos, gente, cláxones, gritos, risas, saludos, tráfico. Hubiera creído que la selección mexicana habría ganado un partido en algún mundial.
La fila a esa hora para acceder al zócalo era de 8 cuadras. Nos formamos y detrás de nosotros seguramente ya había otras 8 más en unos instantes. A los pocos minutos empezamos a avanzar. Una cuadra, dos, tres….. de pronto
ya casi en la recepción de los pases un tumulto, ruido, gente queriendo entrar y otra fila interminable de personas sin pases esperando tener la suerte de participar.

A Fabián lo perdimos al pasar el retén. Se perdió entre la gente y a decir verdad no nos interesó mucho. Seguro se divertiría por ahí.

Ocupamos un espacio destinado a la espera. Entre gente tan diferente una de otra, Todos sentados en el suelo, primero serios y después cantando, charlando, contando chistes y bailando. Ahí conocí a Adriana alias claudia, a Oscar su amigo o novio ( nunca supe ) a otra pareja de novios, y dos chicas más. Estuvimos todo el tiempo conversando y cantando el cielito lindo, porras a México, vivas, el goya de la universidad, bailoteando y seguía entrando gente al zócalo.
El sol comenzaba a salir. Estábamos inquietos. Queríamos que todo iniciara.
Las olas, los vítores, las mentadas de madre, los chales…..
El sol ya en lo alto del cielo. Más inquietud, más murmullo.
Muévanse, acérquense, levántense, siéntense..asi, como calzón de piruja…
Seguíamos en la chorcha. Canté con Adriana alias Claudia un basto repertorio de rock ochenteno: timbiriche, flans, enanos verdes, caifanes, Miguel Ríos, Alaska. A
plausos
Seguíamos esperando.

Dieron las 8 de la mañana o un poco más. Seguían entrando. Más juntos, mas calor humano, mas ruido, El murmullo ensordecedor.
Por fin un “Hola México” muy mal pronunciado. Todos gritamos. El momento llegaba.
Tunick asomaba la cabeza como rey ante su pueblo. El pueblo enardecía de júbilo. Saltos, gritos, chiflidos.
Llegaron las instrucciones. Seguía el murmullo más alto.
Fuera tennis y sudadera. Fuera muñequeras, reloj, anillos.
Más instrucciones y más ruido. La gente desesperada. Lista para despojarse de todo.
Fuera camisetas, camisas, gorras….más instrucciones

Tres…dos….uno…..la ropa afuera como en competencia por quien terminaba primero desnudo. Competencia de velocidad. Fuera ropa. Fuera miedos, fuera inhibiciones y a correr a la plancha del Zócalo a acomodarnos para la primera posición. No había miedos, no había vergüenzas, no había diferencias: El alto. La gorda, el blanco, la morena, el atlético, la anciana, el joven, le mujer hermosa, los feos, los modelos de revista, los velludos, los nalgones, los rapados, las caderotas, los tatuajes, las carnes colgadas , los cuerpos definidos…un minusválido. No había diferencias.
Había llegado la hora. El zócalo era nuestro.
Un helicóptero intruso merodeaba los cielos. La gente gritaba y saludaba. Brincaba como si quisiera se rescatada de una isla desierta. No era así.
Atrás , adelante, cambia de lugar, no dejen espacio sin ocupar, manos a los lados, no se muevan. Todo traducido.
Por fin listos. Silencio. Era arte. El momento esperado. Cuerpos quietos. No sonrían y miren la cabeza del compañero de adelante. Quietos……silencio…….listo.
Gritábamos y aplaudimos. El grito de México en todo el Zócalo. Cambia de posición. Mira hacia el asta. Silencio……. Listo. Más porras. Más México. Saludar como ciudadanos mexicanos. Respuesta: mentadas de madre, chiflidos. Spencer se refería al saludo a la bandera. Los mexicanos no….silencio. Listo…¡viva México¡

Posición dos: acostados. La alfombra humana en el Zócalo. Nada igual a eso. Mirarla desde abajo levantando apenas la cabeza. Solo viviendo eso se puede explicar. El cielo saturado de azul. Ninguna nube.
Quejidos, risas, albures, mofas…silencio….listo….¡Viva México¡ y aplausos, mas porras, mas goyas, mas abrazos.

Posición tres: complicada, difícil, incomoda. El piso helado, agreste, agresivo. No importaba. El cuerpo en forma de huevo. Intentos varios de acomodarse. Más albures, miedo a flatulencias, picardía, humor netamente mexicano y quizá netamente “chilando”. Virginidades en “peligro”, posición de vulnerabilidad del lugar más oscuro del cuerpo humano. Nada pasó. Sobrevivimos……silencio…..listo….nos sentimos aliviados de tal posición nada cómoda. Más porras y aplausos.

Ahora a 20 de noviembre. El río de personas caminamos a la avenida. Era una marcha nada común. La calle “inundada”, saturada sin un solo espacio libre. Como plantón político. Un ocurrente gritó: “ voto por voto, casilla por casilla” frente al edificio de gobierno de la ciudad. Miles de voces más lo secundaron, Risas estruendosas, burlas, carcajadas.
Otto mi amigo, descendiente de alemanes comento al caminar difícilmente por la calle entre miles y miles de personas desnudas : “ esto tiene un poco de semejanza con los campos de concentración cuando iban a las cámaras..”.Yo reí pero en el fondo, sin comparación alguna, creo que había algo de cierto. Creo que Otto estaba haciendo su propia catarsis. Yo respondí: “la diferencia es que el helicóptero tirará litros de gasolina y un cerillo y arderemos todos por impíos, herejes y pecadores, no por ser judíos.” Los de alrededor rieron…

El ruido era casi ensordecedor en el arroyo de 20 de Noviembre. Las órdenes de trasmitían de boca en boca: mano derecha arriba, mano derecha arriba; mano izquierda arriba, mano izquierda arriba; puño cerrado, puño cerrado; de frente, de frente; de espalda, de espalda; más juntos, más juntos:….

Al final un aplauso colectivo que jamás olvidaré. La gente se abrazaba, se felicitaba, se sentía orgullosa, complacida, gozosa. Nadie había vivido algo similar antes. Todos éramos primerizos.
Nos agrupamos nuevamente en la plancha del Zócalo. Había noticias: El acento extranjero de Tunick se escuchó en toda la plaza: “Barcelona está ahora muy triste” – dijo. Habíamos roto el record de asistencia. Habíamos pasado a la historia.
Creo que todos sentimos lo mismo: un gran orgullo, una gran satisfacción, una gran alegría.
Éramos los primeros mexicanos que vivíamos esa gran experiencia. Única, diferente.
Nunca olvidaré y seguramente los demás tampoco, tan grata experiencia. Me siento orgulloso de ser uno de ellos. De ser partícipe de éste gran reto del autor y de los mexicanos.

Con una porra a México nos despedimos.

La aventura había terminado.

Hoy me quedo con el estado de ánimo que me generó haber participado. Me siento contento y orgulloso. Me quedo con la idea no solamente de haberme quitado la ropa en público con otras 20 mil personas, sino que ha sido un trabajo de desapego, de limpia, de quitarme lo que cargaba y que no me servía y volverme a poner un “traje“ nuevo, a mi medida, un “borrón y cuenta nueva”, un trabajo de reforzar mi auto estima y de auto-aceptación tal y como soy.
Creo que ésta ha sido la experiencia más extraordinaria de mi vida y me agradezco por haberme dado la oportunidad de vivirla.

Mayo 6, 2007










miércoles, 26 de noviembre de 2008

PASEO DE LA REFORMA..casi un poema

Caminar por sus banquetas invita a detener el paso y suspirar por un pasado romántico y esplendoroso y a sonreír orgulloso por su presente dinámico, artístico, cosmopolita, emblemático. Así es Paseo de la Reforma o Reforma, simplemente.

Sus primeros trazos, obra del Emperador Moctezuma, llegaban a los baños reales de aguas cristalinas en el bosque de Chapultepec, vigilados por los volcanes del Valle de México quienes permanecerían presentes a los ojos de la ciudad por cientos de años y al final, se borrarían del horizonte y terminarían solo recordados alguno que otro día de fuertes vientos de febrero.
Paseo de la Reforma se convertiría así, en más que una avenida, en una parte neurálgica de la gran Ciudad de México.

Maximiliano, el otro emperador, el austríaco, habría hecho construir el paseo para su Carlota; para su reina y amada Carlota. Solo para ella y sus sueños, para ella y sus cantos, sus locuras, su tragedia.
Reforma, en realidad, nunca fue de ella ni de él tampoco. Ni aun llevando el nombre de Paseo del Emperador ni siendo, tampoco, inspirados en aquellos Champs Élysées que tanto presumía París. En realidad Paseo de la Reforma nunca ha sido de nadie pero ha sido de todos.
Reforma, las glorias de un imperio fallido, de un sueño trunco, de un final trágico y de muerte. El imperio murió con sus protagonistas y Reforma seguía.

Ahora Porfirio, Don Porfirio, el más francés de los mexicanos llega a Reforma y la ama profundamente, la embellece y la hace más grande que su propio destino. Reforma trasciende, sueña a modernidad, huele a elegancia y sofisticación, se viste de Francia y se embriaga con champaña y sigue soñando; se llena de cantera y vitrales, de sedas y plumas, de sombreros y guantes de satín, de valses y operetas, de caballos y coches.
Y después el Ángel. El que lo cuida, lo observa, lo corteja. Lo mira inerte, discreto quizá tímido y tal ves enamorado. La victoria alada que el pueblo ascendió a figura celestial, titulo ganado tan solo por estar ahí, en Paseo de la Reforma.

Se fueron Don Porfirio y Carmelita, los valses, las sedas y los guantes y se quedó Reforma con sus palacios, sus árboles, sus estatuas, sus bancas, sus murmullos. Mansiones porfirianas símbolos de un pasado que nunca pudo terminarse. Un sueño corto y denso que huyó a Paris embarcado en triste olvido y cruel recuerdo.

Y después un suspiro. Un abrir y cerrar de ojos y Paseo de la Reforma se llena de concreto, de acero y de cristal. Se llena de historias, de luchas, de intentos. Se llena de extraños, de iguales y desiguales, de propios y ajenos, de cantos y silencios y crece hacia al cielo y hasta tocar el cielo. De pronto sus luces son estrellas y ya no hay emperatrices, ni palacios de cantera, ni caballos, ni cilindreros, ni guantes de satín, ni plumas. El Paseo de la Reforma sigue igual pero diferente.

Lugar de reunión de los oriundos en las victorias, en las esperas, en los llantos. Paseo de la Reforma está vivo por si mismo y crece y se transforma pero sigue igual. Lugar donde los mexicanos encuentran un poco de si mismos: un recuerdo, un sueño, una ilusión.
El Paseo de la Reforma es, pues, casi un poema que aún no se ha terminado de escribir pero en el que todos sus versos ya riman en armoniosa perfección. Es una historia viva plasmada en sus bancas. en sus esculturas, en sus glorietas, en sus edificios, en sus árboles, en la gente que lo ha caminado durante toda su existencia.
Paseo de la Reforma… …casi un poema